Questions, appropriations, images.
I often ask myself what the difference is between taking my own photograph and reinterpreting a pre-existing photograph. When I work on the theme of memory and melancholy, the pre-existing images give me a visual sensation that only they can give me. When I manipulate a 19th century photograph, I hold the real object in my hands, and if they include characters, I perceive that they speak to me. I thus establish a dialogue with someone I don’t know in principle. Why did this happen? Why did we have this encounter? These questions are very appropriate to understand the relationship I can have with a photograph.
Evoking the frozen memory.
There are images that were taken in the 19th century on another continent and yet when I look at them I acknowledge a fragment of my past. A past that I have not lived – at least not consciously – and whose observation assumes me in a deep melancholy: How can something like that be possible? Images that haunt me for days or weeks, in my conscious and subconscious world. What do these images want from me? When I reach this climax in my relationship with an old photograph it is the right moment to start working with it, to reinterpret it and give it a new life that conveys something different from the original. It is then that I enter definitively into this image, I become part of it forever. I have altered its history a new momentum has impinged on our existences and it may not have happened by chance. Or maybe it was.
Preguntas, apropiaciones, imágenes.
Me pregunto en muchas ocasiones que diferencia encuentro entre tomar una fotografía propia o reinterpretar una fotografía pre-existente. Cuando trabajo el tema de la memoria y de la melancolía, las imágenes pre-existentes me aportan una sensación visual que solo ellas pueden darme. Cuando manipulo una fotografía del siglo XIX, tengo entre mis manos el objeto real y si incluyen personajes, percibo que éstos me hablan. Establezco así un diálogo con alguien a quien en principio. No conozco pero que el medio fotográfico ha traído hasta mí. ¿Por qué ha sucedido esto? ¿Por qué hemos tenido este encuentro? Estas preguntas resultan muy oportunas para entender la relación que puedo llegar a tener con una fotografía.
Evocar el recuerdo congelado imposible.
Hay imágenes que fueron tomadas en el s. XIX en otro continente y sin embargo al observarlas reconozco un fragmento de mi pasado. Un pasado que no he vivido -al menos de manera consciente- y cuya observación me asume en una profunda melancolía: ¿Cómo puede ser posible algo así? Imágenes que me persiguen durante días o semanas, en mi mundo consciente y en el subconsciente. ¿Qué pretenden de mí estas imágenes? Cuando alcanzo este clímax en mi relación con una fotografía antigua es el momento oportuno para comenzar a trabajar con ella, a reinterpretarla y darle una nueva vida que transmita algo diferente del original. Es entonces cuando entro definitivamente en esta imagen, paso a formar parte de ella para siempre. He alterado su historia, un nuevo momentum ha incidido en nuestras existencias y puede que no haya sido casual. O tal vez sí.
José M. de Orbe